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Una atractiva tríada compuesta por ciudad, puerto y cayo son la más nueva oferta turística de Cuba para el turismo internacional, con variadas y atractivas propuestas.
Sagua la Grande, en la región norcentral de Cuba, constituye el más reciente destino de viajes del archipiélago caribeño, en un entorno con apreciables atractivos naturales, culturales e históricos, y muchas potencialidades.
La ciudad, una de las patrimoniales de Cuba, el puerto de Isabela de Sagua y Cayo Esquivel forman una tríada privilegiada para una variada propuesta: de conocimiento cultural, de excursiones, de náutica y buceo, por ejemplo.
El lanzamiento oficial de la región como nuevo destino para el turismo internacional tuvo lugar, durante la edición 38 de la Feria Internacional de Turismo de Cuba (FITCuba 2018), como parte de las iniciativas para potenciar la modalidad de circuitos.
Fundada el 8 de diciembre de 1812, la urbe de Sagua la Grande se encuentra a orillas del río del mismo nombre, en la llanura norte de la provincia de Villa Clara. La vía fluvial divide a la ciudad, interconectada por el puente El Triunfo, construido en 1905. Sus orígenes se remontan al comercio de maderas establecido al junto al río tras la colonización de la isla de Cuba por los españoles, y su desarrollo económico se vincula con el auge de la industria azucarera en la región.
La fundación del puerto de Isabela de Sagua en la desembocadura del río en 1844 y del ferrocarril en 1855 propició que la localidad fuera en las primeras décadas del pasado siglo un significativo centro comercial, financiero e industrial.
La evolución económica de la villa influyó en su urbanismo y la arquitectura es una de las artes más representativas de la ciudad, tanto por el número de construcciones como por la calidad de su diseño. El neoclasicismo, el eclecticismo y algunos detalles de art déco marcaron la progresión de la urbanización de la villa, cuyo centro histórico, declarado Monumento Nacional en 2011, cuenta con más de mil inmuebles con diversos grados de protección. Entre los valores arquitectónicos y urbanísticos más notables que llegan a nuestros días, destacan la terminal ferroviaria, la iglesia parroquial, el Casino Español, la vivienda del conde de Casa Moré, el Gran Hotel Sagua y el Palacio Arenas. Esas dos últimas edificaciones fueron recientemente reinauguradas como hoteles de lujo y serán puntales del crecimiento del turismo que se avecina en la región.
El hotel Sagua, de 84 habitaciones, se estableció originalmente en 1927 y fue en su época uno de los más bellos y lujosos del interior del país. En su fama se inscribe también que en su habitación 320 de entonces descansó el poeta y dramaturgo español Federico García Lorca. Construido como vivienda en 1918, el majestuoso Palacio Arenas, hoy establecimiento de 11 habitaciones, fue considerado una de las siete maravillas arquitectónicas villaclareñas y constituye el más representativo exponente del art nouveau en la urbe.
El Casino Español también se convertirá en hotel, y la vivienda del conde de Casa Moré es actualmente la Casa de la Cultura Enrique González Mántici, primer músico cubano en dirigir una orquesta sinfónica en Europa, oriundo de la ciudad.
Sagua la Grande es también cuna de otras relevantes personalidades de la cultura y las ciencias, entre ellos Wilfredo Lam, el más universal de los pintores cubanos, creador de La jungla; el cantante Antonio Machín, intérprete de clásicos como Los angelitos negros; el músico y compositor Rodrigo Prats, autor de famosos boleros como Ausencia y entre los creadores del danzón y la zarzuela cubana, y el médico Joaquín Albarrán, considerado padre de la urología moderna, nominado al Premio Nobel en 1912. La urbe invita a recorrer sus calles, cuyo trazado original data de 1849, a pasear por el parque La Libertad, su original malecón y su boulevard citadino, a conocer mejor a la localidad en la Galería de Arte Wilfredo Lam, el Museo de la Música, en el de historia José Luis Robau, general independentista y luego gobernador de Las Villas… y entre las mejores opciones, compartir con la hospitalaria población.
Isabela de Sagua:
Como parte de las rutas turísticas que se ofrecen actualmente en el norte de Villa Clara figura el legendario asentamiento pesquero de Isabela de Sagua, cuyo puerto es el más cercano del país a Estados Unidos, lo que influyó en tiempos pasados en el desarrollo económico de la región. En 1844 quedó habilitada la terminal portuaria solo para la exportación, y en 1848 se habilitó también para el comercio de importación, limitado a maderas y maquinarias para ingenios. El trasiego entre Sagua la Grande e Isabela comenzó a crecer de manera estable y progresiva a través del río, llevando a la construcción del primer buque de vapor de Cuba, botado al agua en 1849. La esperada habilitación total del puerto de Sagua llegó en el año 1860, y se estableció además una línea de vapores de hierro y hélices entre Nueva York y Sagua la Grande.
La localidad enlaza con el Área Marina Protegida y Refugio de Fauna Las Picúas-Cayo del Cristo, donde existen zonas de buceo contemplativo y de pesca deportiva. En esa región se practica la navegación naturalista por ecosistemas marinos muy interesantes como el Área Marina Protegida y reconocida como Elemento Natural Destacado Ojo del Mégano y el de Los Bajos de Almedino. Nombres curiosos de una especie de guirnalda de escenarios coloridos que, aunque para los lugareños pueden ser cotidianos, para los visitantes son motivos de estancia y observación. En ocasión de la feria turística, se inauguró allí una marina con capacidad para 12 embarcaciones. Pero Isabela es conocida también por sus ostiones, y por sus platos marineros, como los que ofrecen el restaurante el Caney, con exquisito menú a base de pescados y mariscos, y ofertas de comida criolla.
Cayo con futuro:
A Cayo Esquivel se llega por mar, mediante un viaje en yate o catamarán, como el trayecto que realizó este periodista, partiendo de la marina de Isabela de Sagua, distante una decena de kilómetros. Desde el punto de vista geográfico, se trata de un pequeño conjunto insular integrado por los islotes Hicacal, Esquivel del Norte y Esquivel del Sur, ubicado en la cayería noroeste de Villa Clara, perteneciente a la sección Sabana del archipiélago Jardines del Rey.
Esos territorios se encuentran al norte de la región central de Cuba y abarcan un área de 10,55 kilómetros cuadrados, ocupada en gran medida por bosques de manglar. Los cayos que lo integran están separados por una intrincada red de canales parcialmente navegables, con excelentes condiciones para el resguardo y abrigo de las embarcaciones. En épocas pasadas allí existió hasta un hotel, entre otros establecimientos recreativos para gente pudiente; ahora hay un ranchón para almorzar en una excursión que también incluye la posibilidad de buceo y snorkeling, viaje con capacidad para 80 personas en el caso de las excursiones, y 20 en cuanto a las inmersiones. De acuerdo con los planes anunciados, se construirán a mediano plazo unas 1 800 habitaciones, entre Esquivel y el vecino Cayo Cristo.
Cada una de las ínsulas integradas en Cayo Esquivel posee playas de gran belleza y excelente calidad, admirables por sus aguas muy claras de gran policromía (tonos verdes y azules) y fina arena de color blanco crema.
Con la presencia de piratas y corsarios, la región tuvo un siglo XVIII convulso, alimento hoy de numerosas leyendas, incluso la de tesoros escondidos en la cayería, entre ellas, las que ubican allí un importante botín del afamado Jack Rackhman. El pirata inglés, llamado Jack ‘el Calicó’ por su atuendo de colores chillones, ahorcado en Jamaica en 1720, atacó en varias oportunidades a barcos de la flota española que viajaban rumbo a Europa desde el puerto de Matanzas, en el occidente cubano. Todo el mundo habla de este asunto, pero nadie encontró aún dicha riqueza. Algunos van más allá y dicen que tal leyenda es inspiradora del personaje de Jack Sparrow de la saga Piratas del Caribe.
Pero el tesoro más apreciable en esos lugares es su belleza, y el atractivo que representa para quienes desean vacaciones activas.
El nuevo destino turístico de Sagua la Grande ofrece también en sitios cercanos a la urbe posibilidades de disfrutar de la naturaleza y mejorar la calidad de vida. Entre ellos figuran los mogotes de Jumagua, las segundas elevaciones de este tipo más importante del país; la sierra de Jumagua, en la más occidental de cuyas cimas se levanta el motel La Roca, mirador sobre la vasta llanura fluvial; y el balneario de aguas minero-medicinales de Elguea, ideales para la relajación, la revitalización y el tratamiento de padecimientos de obesidad, respiratorios, circulatorios y neurológicos.
Las acciones emprendidas para insertar a la región en el mercado del turismo internacional le dio un nuevo aire a esta porción del territorio nacional, en el que ya expresaron su interés varios turoperadores, inversionistas potenciales y cadenas hoteleras extranjeras.
Entre sus amplios privilegios naturales, la región de Sagua la Grande también posee una de las palmas más singulares del mundo. La palmita de Jumagua o Hemithrinaxekmaniana solo crece en varios de los Mogotes de Jumagua, una reserva ecológica al oeste de la ciudad. Por su extremo endemismo se considera una especie en peligro crítico.
En Sagua la Grande el tiempo cobra una connotación más sonora que inexorable. Desde 1914, el reloj de la iglesia parroquial de la ciudad marca ininterrumpidamente las horas.
Aunque ahora se somete a un proceso de reparación, todavía el puente más antiguo de la ciudad une a los sagüeros de una y otra orilla del río Undoso. El Puente del Triunfo (sistema norteamericano pratt) fue erigido en 1905 sobre el río más largo de la vertiente norte de Cuba. Abajo, las aguas del Undoso conducen a los pescadores hacia el puerto marítimo de Isabela de Sagua. 
Se considera una de las siete maravillas de la arquitectura en Villa Clara. Los especialistas cubanos creen que se trata de una joya del art nouveau y, posiblemente, de uno de los edificios de este estilo más íntegros de Cuba. Fue edificado en 1918 por una familia de comerciantes sagüeros; los Arenas Armiñán. Los detalles de su construcción, sus motivos moriscos, sus murales interiores, sus ornamentos y hasta la propia inspiración art nouveau, siguen siendo un misterio para todos los amantes de la arquitectura. Aunque actualmente se encuentra en un estado ruinoso, no ha perdido su gracia, ni su elegancia.
Da pie a una de las leyendas más extraordinarias de la historia de Sagua la Grande. Higinia Velia de Picasso fue una dama de la aristocracia sagüera de la primera mitad del siglo XIX, hija de uno de los fundadores de la ciudad. Ahora bien, algunos investigadores especulan que pertenecía a una rama de la familia Picasso, posiblemente la misma del pintor español Pablo Picasso. Amigos del autor de Guernica aseguraban que el propio artista siempre confirmaba la existencia de sus parientes cubanos. Las leyendas (por lo menos eso sabemos) aseguran que Pablo Picasso estuvo en Sagua la Grande en busca de sus orígenes familiares. Pero ya nadie puede dar fe. 
El más universal de los pintores cubanos. Introdujo la cultura negra en la pintura cubana y desarrolló una renovadora obra que integra elementos de origen africano y chino. Sus cuadros también introdujeron un matiz negro y caribeño en el movimiento surrealista. De hecho, Lam se considera uno de los más originales exponentes del surrealismo en Latinoamérica, creador de un nuevo lenguaje pictórico que fusiona la herencia cultural afrocubana con las últimas vanguardias europeas. Fue amigo de Pablo Picasso y de otros pintores y poetas surrealistas que marcaron poderosamente su obra. En 1943 expuso en la Galería Pierre Matisse de Nueva York su obra La Jungla, que fue adquirida por el Museo de Arte Moderno. Wifredo Lam nació en Sagua la Grande el 8 de diciembre de 1902, precisamente en el aniversario 90 de la fundación de la ciudad.
El Nikolis, un antigua barco griego encallado en las cercanías de Isabela de Sagua, fue construido por encargo británico por astilleros norteamericanos, durante la II Guerra Mundial. Se trata de un Liberty, un navío botado con prisa para sustituir los buques hundidos por los submarinos alemanes durante la contienda bélica de 1939 a 1945. El Nikolis, que terminó siendo propiedad de los griegos, navegó durante más de dos décadas, entre 1944 y 1967. Casi por azar acabó como un espectro que los isabelinos divisan, a lo lejos, desde sus costas.